- de la revista La Esfera no. 57 de 1915
- 'Los Perros en los Combates'
- de J. Francos Rodríguez
Ecos de la Guerra
Bien hayan quienes, enternecidos por los malos tratos que algunos dan á los perros, evitan las torturas de los nobles animales. Con motivo, el triste y espantoso motivo de la guerra europea, se está demostrando que el corazón de la raza canina se siente más inclinado á la piedad que el de algunos hombres entregados por soberbia, por codicia ó por criminales celos á la bárbara tarea de la destrucción y aniquilamiento del prójimo. Los tiempos son de tal índole, que hasta los perros dan lecciones de amor á los hombres, y eso que la palabra perro es usada infinitas veces para representar lo desdichado, lo duro y lo cruel. Sí, los animales, advertidos de cómo las gastan los humanos, se interponen entre quienes pel:an para salvar á los caídos en el fragor de los combates, los que acaso murieran olvidados si no los olfateasen cariñosamente los canes, que ya forman parte de los más poderosos eje'rcitos del mundo.
En las filas de las legiones que actualmente luchan hay perros, pero no para contribuir á los estragos, sino para procurar su alivio. De la muerte, del destrozo, de hacer que la sangre corra, los cuerpos se despedacen y las vidas se consuman, están encargados los hombres. La de los perros es misión diferente; tienen la de recorrer los campos de batalla, husmear entre las malezas, no dejar sin examen sitio oculto para que se pueda socorrer á los heridos graves que, abandonados en el campo, fácilmente perecen por falta de asistencia. Bueno que el ser inteligente, sentimental y hasta romántico, se entregue al furor y olvide á sus semejantes. Los Perros no pueden igualarse con los hombres, y por lo mismo, se consagran á la misión de buscar heridos, aunque en ocasiones tengan el recuerdo lastimoso del látigo con que los racionales suelen dar muestras de su buen corazón á las infelices bestias.
Lucien Descaves habló hace pocos días en Le Journal de los perros que trabajan como auxiliares en la sanidad castrense. Antes de que estallara la guerra, habíanse organizado perreras militares. Tres tiene Francia: una en Fontainebleau, otra en Maisons-Laffite y otra en París, establecida en la plaza de Félix Faure.
En Marzo de 1911, autorizó el Ministro de la Guerra frances que se creara una perrera militar para amaestrar canes destinados á servir de auxiliares á la sanidad. Tan útil instalación estuvo desde el primer momento dirigida por un oficial que allá en 1895 había estudiado en Alemania el empleo de los perros para buscar heridos.
En Alemania es antiguo el uso de los perros en las operaciones militares. Ahora se está demostrando que las previsiones de los tiempos de paz han sido eficacísimas en la guerra. La Gaceta de Berlín publica el relato de un camillero que elogia la utilidad de los perros militares. En una noche el que auxiliaba al camillero del relato descubrió siete heridos, cuatro franceses y tres alemanes, caídos en lugares extraviados y ocultos donde de cierto hubieran perecido sin que nadie les socorriera. El perro, olfateando, dio sucesivamente con los siete cuerpos yacentes entre maleza; aulló y los sanitarios acudieron para transportar á los heridos al Hospital de sangre.
En Alemania han dispuesto que se recoja el mayor número de perros aptos para el servicio de sanidad militar, y que se les instruya convenientemente con el fin de aumentar el número de los que hay en campaña y de sustituir á los que sucumben, porque son bastantes los animalitos Que caen acribillados por las balas mientras ejercen su oficio salvador. Los cuerpos de reserva del ejercito alemán han reunido para su uso más de seiscientos canes, que conocen el papel filantrópico que se les confía.
El ejército francés, comprendiendo la utilidad de los auxiliares caninos, también aumenta su número. Los alcaldes de Francia han recibido de la «Sociedad nacional para la recogida de heridos en los campos de batalla», una circular en que se ruega á los habitantes de las comarcas rurales poseedores de perros de ganadoson los preferidos, y de diez á veinte meses de tiempo, los envíen á las secciones donde los amaestran para poder utilizarlos durante la guerra. Se constituyó hace un par de años la «Sociedad del perro sanitario», destinada á proveer al ejército de tan excelentes auxiliares, y por agencia de tal Sociedad figuraron ya en las Tilas del ejército francés los canes adscritos á las funciones sanitarias. En la última parada del 14 de Julio desfilaron detrás de las tropas perros que ahora están en la línea de fuego y realizan verdaderas proezas de salvamento.
Jefes, oficiales y soldados escriben desde los sitios de combate dando cuenta de la utilidad de los perros. Los animalitos, no se acostumbran fácilmente á los estampidos de los cañones, pero apesar del temblor que suelen sentir en el fragor de la lucha, indican á los camilleros dónde hay heridos, advierten bien cuando se trata de muertos, que es inútil la asistencia y no se detienen junto á ellos; entran en los bosques, olfatean en los espesos jarales, y cuando dan con el cuerpo de un herido no cesan de aullar hasta que acuden quienes han de auxiliarle.
Cuando empiezan los combates y el elemento sanitario se apercibe para ejercer sus funciones, los perros ocupan su lugar esperando la señal de avance. Apenas los camilleros echan á andar los perros se lanzan á su investigación y van recorriendo el campo en husmeo continuo, abreviando la tarea de los encargados de transportar á los heridos. Muchos militares confiesan que en ciertos sitios, en los Vosgos, por ejemplo, sin los perros habrían muerto, faltos de asistencia, bastantes heridos.
Después de la terrible contienda actual, el perro tendrá conquistada la gratitud humana, y en la futura organización de los ejercitos se contará con los canes por su indiscutible utilidad.
Porque no solamente sirven para facilitar los servicios sanitarios, sino que además, los prestan valiosos en las operaciones de campaña; hacen centinelas, exploran el terreno y dan ladridos de alarma, que evitan graves sorpresas. El perro se une estrechamente al elemento militar que le conduce y le ayuda con admirable instinto. Apenas le enseñan lo que debe hacer, por nadie ni por nada deja de cumplirlo. Mientras la tropa duerme, puesto el perro en las líneas avanzadas, atisba entre las negruras de la noche, para dar el ladrido de alarma cuando el enemigo quiere atacar al campamento. Delante de las fuerzas exploradoras, les sirve de guía y les avisa en llegando la ocasión de ponerse en contacto con el adversario. Es á un tiempo mismo, colaborador del soldado para su defensa y para evitar que se quede sin amparo cuando un balazo le echa por tierra, privándole de sentido.
Tradicional fué en los regimientos tener perros que servían para entretener los ocios del cuartel. Eran los perros voluntarios, los que por instinto se unían á los soldados, alimentándose con las sobras del rancho, y yendo en su compañía constantemente. Las artes de la guerra han decidido que las inclinaciones del can á la vida militar, sean provechosas mediante una adecuada instrucción. En Alemania y en Francia, como queda dicho, se adiestra á los perros para utilizarlos como exploradores sanitarios y como vigilantes de campamentos.
Si no tuviese otros titulas, con éste solo poseería el perro los suficientes para merecer el aprecio de los hombres, porque acaso más que ellos, tiene la inclinación al sacrificio.
El perro, que en la guerra tan bien y tan útilmente se comporta, es el mismo que en la ciudad defiende á los niños y en los campos preserva los ganados contra los ataques de las alimañas. Es el guardador de la hacienda para los ricos, el compañero efusivo de los pobres, el lazarillo del ciego, el guía del caminante extraviado en los desfiladeros que oculta la nieve y el que se arroja al agua para salvar á quien está á punto de ahogarse.
Tan generoso es el perro, que cuando acompaña al amo en sus esparcimientos, le sirve sin egoísmo. Al cazador, le auxilia eficacisimamente y sin embargo no suele regalarse con la carne de la caza; cuando más obtiene como premio el roer los huesos. Alabemos, pues, al can que en paz y en guerra nos quiere y nos ayuda y bendigamos la Sabiduría que privó al simpático animal del divino atributo de la palabra.
Porque si hablasen los perros que á estas horas están en la guerra ¡qué de cosas dirían! Si ellos supiesen comparar su proceder con los hombres y el de éstos con sus semejantes, ¿dónde habría palabras bastante crueles, expresiones suficientemente airadas para condenar el egoísmo bárbaro, el ímpetu brutal, la codicia maldita que ha encendido en pleno siglo XX la lucha más tremenda del mundo?
Sí, glorifiquemos á Dios, que puso en el perro instintos generosos, fidelidad inextinguible para servir al hombre y le negó cualidades que ahora parecerían remordimiznto á la especie humana. Y como ninguna acción buena es estéril, de todo eso que cuentan las crónicas belicosas favorable para la raza canina, deduzcamos algo útil para la nuestra. Hombre que te llamas rey de la creación, sír inteligente, orgullo de la tierra, ahora que te has lanzado á la sanguinaria empresa de ir destruyendo vidas y arrasando pueblos, ¿no podrías, acordándote un poco del perro, que es un animal, imitarle en sus instintos filantrópicos?
J. Francos Rodríguez